De exposiciones va la cosa. Esta semana, antes de empezar
a morir lentamente y sucumbir a la alergia como un gladiador derrotado, he ido
a ver Covers, sobre la cultura
americana de los 50 y 60. Y yo sigo sin entender que, siendo un tema
interesante y gratis, cómo es que la sala de la exposición estaba más vacía que
la nevera de un universitario.
Hablando un poco del tema de
la exposición, el esplendor material de la sociedad americana de postguerra fue
el escaparate con el que se quería vender la perfección de la familia y el auge
del consumismo al resto del mundo. En plenos años 50, América se vanagloriaba
ante su supremacía con perfectas amas de casa anunciando en la recién adquirida
televisión envidiables productos para el hogar. Mientras, el estado de
bienestar se rompía para un grupo social que encontraría en esta época la catapulta
hacia un protagonismo que se iría reivindicando con el paso de los años hasta
convertirse en una de las revoluciones más importantes de la historia. Los
jóvenes americanos no encontraban su hueco en la sociedad materialista y su
descontento encontraba su expresión en el estilo que encabezaría un nuevo
movimiento, el rock and roll. Con oscuras cazadoras de cuero y pantalones
ajustados marca-huevera, el espíritu instigador de James Dean y la voz
incandescente de Elvis antes de volverse tordo se dio forma al nacimiento
cultural más trascendental de todos los tiempos. La América conservadora y
convencional se vio de pronto arrasada por el impulso adolescente de los solos
de guitarra y las Harleys (avdbghsjdh) ostentosas y fue el escenario
donde tuvo lugar el primer paso para el cambio que estaba a punto de producirse
en todo el mundo.
Además de motos que sentí la
necesidad urgente de robar y salir corriendo con una por el centro a plena luz
del día, había revistas como Life o Time colgadas del techo con la
resistente sujeción de un hilo, con Liz Taylor, Marilyn Monroe o The Beatles en
sus portadas. Una gran pantalla en la que también tienen su momento de gloria
los cuatro de Liverpool corona la sala mostrando actuaciones en vivo de varios
artistas que avivaron la fiebre del rock and roll en su paso por América. El Jailhouse Rock de un Elvis en su mejor
época, el tupé de Little Richard, James Brown y su desparpajo en el escenario,
las canciones protesta de un Bob Dylan jovencísimo con su imprescindible
armónica o The Rolling Stones con Mick Jagger hecho un pollo paseándose con
gracia por el escenario acompañado por Brian Jones a la pandereta son algunas
de las imágenes que aparecen y que me hicieron querer sacar una tienda de
campaña de esas del Decathlon y quedarme a vivir ahí para siempre. Pero no lo
hice.
El espíritu de la era dorada
del rock and roll se impregna hasta en las paredes de la exposición, donde
enormes murales que quería llevarme para mi habitación captan la atención ya
desde la puerta de entrada. Con el título de "Descarados" se da pie a
las grandes fotos que aglutinan la revolución musical de los años 50 y 60, con
The Rolling Stones y The Beatles en el centro, rodeados de los precursores que
hicieron saltar la chispa del rock, como Chuck Berry, Buddy Holly o los ya
homenajeados en pantalla James Brown, Elvis o Little Richard. No podían faltar
tampoco Jerry Lee Lewis mostrando su ardiente pasión por el piano (je) y el
grupo femenino de la época, The Ronettes. También hay lugar para las portadas de algunos de los discos más
representativos de la época, desde Ray Charles hasta The Beach Boys, así como
tres pantallas conectadas a unos auriculares en las que pasan una y otra vez
Elvis y el intérprete de Johnny B. Goode
con su característica ES-335 roja.
La exposición recrea una época representativa y una cultura que ha
logrado permanecer en el tiempo de manera inalterable, con unos mensajes que
aún son aplicables hoy en día y que hace envidiar a muchos contemporáneos esa
forma inconformista de ver el mundo de las nuevas generaciones de la época,
cuando el talento pareció emerger de golpe en una explosión de letras y música
únicas, incombustibles y eternas.
Por otra parte, los Trolling
Stones siguen haciendo de las suyas y antes de los de Londres han dado dos
conciertos sorpresa en París con entradas a un precio que no es ni un cuarto de
lo que valen las de sus posteriores (y programados) conciertos. Vamos, que Mick
Jagger se levantó un día de resaca en Francia y dijo "ya que
estamos". Lo raro ha sido que a Ronnie no se le haya escapado nada.
1 comentario:
La cabecera de tu blog es sensacional, como la actualización en sí. Tiene que ser la hostia encontrarte con todo eso.
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