1.5.13

La música y los medios, desde el jazz

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“¿Quién usa una rueda para aplastar una mariposa?”, desafiaba un titular del Times reviviendo a Alexander Pope una mañana de julio de 1967. El redactor jefe William Rees-Mogg dio por finalizada la lucha de la policía con The Rolling Stones y su influencia mediática permitió evitar la cárcel a Mick Jagger y Keith Richards, inculpados de manera excesiva por un delito que, de no haber sido cometido por los integrantes de un grupo de rock and roll que se reía en la cara de la autoridad, no habría tenido tanta importancia. Fue en una redada en Redlands, la casa que se compró Keith Richards y que pronto se convirtió en el cuartel general de todas sus fiestas. Alertados por el periódico sensacionalista News of the World, la policía, que tenía más ganas de pillar a los Stones que Candace a Phineas y Ferb, se presentó en mitad de una fiesta después de esperar a que se fuera George Harrison y se acusó a Mick Jagger de posesión de speed, el cual había comprado en Italia y era legal. Después de que a los Beatles les hubieran condecorado como Miembros de la Orden del Imperio Británico y se hubieran vuelto intocables, pillar a un Rolling Stone era el mayor trofeo que podría obtener un poli, solo que no habría estado tan bien visto si hubiera colgado la cabeza de Jagger encima de su chimenea. En cuanto a Keith Richards, y según sus propias palabras, el juicio se centró más en por qué Marianne Faithfull se encontraba en la fiesta envuelta en pieles y acabó un día en la cárcel por llamar "vejestorio" al juez.