27.12.12

De cómo Mick Jagger me robó la Navidad

   




Premio al que haya adivinado que estoy de exámenes. Estas últimas semanas he llegado a un estado medio letárgico en el que he estado prácticamente negando una existencia inmediata de los finales. Porque claro, son en enero y aún es 2012. La cosa es que quedan unos tristes cuatro días para que empiece a entrarme el pánico e intente resolverlo haciendo la croqueta por la biblioteca mientras me lamento por las esquinas inyectada de café y RedBull hasta las cejas. Pocos días antes de que esta atmósfera pre-exámenes empezara, la cosa seguía de lo más normal: por el día, Universidad, y por la noche, hervir la sangre de mis prehistóricos vecinos por aporrear ya sea la guitarra, la armónica o el teclado a horas de batín y pantuflas. Al día siguiente esperaba que me perdonaran al recordarles un "Es Navidad" en nuestros encuentros por las escaleras. No funcionó.

Y hablando de gente vieja, los Rolling han dado ya por finalizada esa mini gira que habían empezado casi a regañadientes por contrato. Fue hace unas noches en Nueva York con Bruce Springsteen, que se apunta a un bombardeo como si no tuviera nada que hacer con los catorcemil ochocientos dos conciertos que tiene que dar, y con Lady Gaga, que ha levantado polémica porque nadie sabe si iba vestida de paso de cebra, de efecto Doppler o si es que la habían atropellado por el camino. Creo que Keith Richards ya hizo su apuesta en el bar de al lado. Lo que sigo sin entender es el alto precio de las entradas, como si les hiciera falta. Keith tiene Jack Daniels para aburrir y Mick Jagger ya le roba las chaquetas a Elton John. 

Lo que les pilló desprevenidos fue The Concert for Sandy Relief, un concierto benéfico al que no pudieron decir que no pero del que se fueron a los diez minutos después de que Mick casi se matara nada más empezar por un tropezón tonto mientras saludaba. Se rumorea que Morritos Jagger decía que al día siguiente tenían que dar otro concierto y que le dejaran, que no le daba tiempo a aplicarse su crema reafirmante de noche. Por suerte llegaron a animar la fiesta un Roger Daltrey descamisado tarareando "teenage wastelaaaand" como si tuviera 40 años menos y Paul McCartney con una gorra de marinero subido al escenario con bomberos y parte de seguridad del recinto, como una reunión de antiguos fans de los Village People.

Más cosas. Hace unos días murió Ravi Shankar, el músico indio que influenció a Brian Jones y George Harrison, entre otros y yo sigo sin tener mi ansiado sitar ni idea de tocarlo, pero eso es otra historia, y Neal Morse es el único que se porta bien anunciando conciertos en España. Los que también se pasaron por aquí fueron Jim Jones Revue y Patti Smith, cuyas crónicas estaba demasiado cansada para volver a escribir pero que podéis leer aquí y aquí si, como David Bowie, no tenéis nada que hacer. 

Así, con una gira acabada y sin fechas próximas para una siguiente, los Rolling han decidido volver al sofá en Navidad, dejándome una vez más con cara de Hugh Grant. Aunque según Keith Richards, espera seguir la gira en 2013, pero quién sabe si lo harán como les salga del pie como los conciertos de París. Solo me queda esperar, desde mi búnker de apuntes, que sean benévolos con las fechas. Me pregunto si a ellos les valdrá eso de "Es Navidad".

22.11.12

La poesía contestataria de Patti Smith

Decir que Patti Smith es una artista fuera de lo habitual no es nada nuevo. Con su elocuente verborrea susurrando brillantes versos desde el escenario, furiosos aullidos reivindicativos criados desde la estirpe del punk neoyorquino y sus palabras de sueños, lucha y esperanzas dirigidas a una audiencia encandilada, la llamada madrina del punk convierte cada uno de sus conciertos en palpitantes recitales de poesía. Una vibrante hora y media de auténtica revelación, una oda a la existencia, a la naturaleza y al ser humano recreada en una amalgama de música, poesía y arte.


La devoción de Patti Smith por la cultura española la ha traído de vuelta a nuestro país para presentar su nuevo disco. Banga es un trabajo cuidado y bello, donde se dan cita desde los aires asiáticos de Fuji-san hasta ciertos tintes femeninos propios de los 60 con This is the Girl, con letras que se elevan más allá de un mero poema impulsadas por la febril llamarada del crudo tema homónimo y la dulce cadencia de las últimas baladas del disco, lleno de simbolismos, colores y metáforas.


Después de atrasar su concierto en Madrid, coincidiendo con el día de la huelga general, para salir a la calle y unirse a una noche de manifestaciones en las que se encuentra como pez en el agua, Patti Smith ha hecho la cuarta parada de su recorrido en Valencia. La sala Noise no contó con el espacio reservado para el que fuera el primer recinto elegido, el polideportivo de El Cabanyal, y no se llenó hasta última hora. De hecho fue el primer concierto al que llegué unas dos horas antes y donde esperando en la puerta solo había cuatro gatos de alguno de sus clubes de fans extranjeros. Hasta pude verla a escasos metros ensayar desde el cristal. O al menos creo que esa mata de pelo borrosa era ella.  Sin embargo, en el momento en el que la poetisa estadounidense puso un pie en el escenario la simbiosis entre público y artista fue casi instantánea. La gente que se encuentra en este tipo de conciertos es de todo tipo: o bien se abalanzaban sobre el escenario como los predicadores de La vida de Brian o se quedan rezagados tranquilamente en la barra a mitad del local, bebiendo una cerveza, como en un café de poesía.


El magnetismo que desprende Patti Smith en sus actuaciones se refleja en su incandescente voz de queja política; la soltura que irradia, guitarra en mano, desde un acogedor escenario o la abstracción en la interpretación de sus propias obras, casi mística, como una profetisa callejera que impregna al auditorio de su mensaje de salvación.


En un ambiente caracterizado por un concierto más acústico y cálido de lo previsto,  la dulce April Fool es la encargada de abrir la noche entre guitarras acuosas y sonrisas de Patti a los cumplidos a voz en grito que le llegan desde la audiencia. Acompañada por su fiel banda, en la que resalta la guitarra de Lenny Kaye, (a quien no pude evitar identificar como a Doc) la cual ha estado a su lado durante 14 años, la cantante sexagenaria deleitó al público con un distendido concierto en el que no faltaron algunas de sus composiciones más clásicas. Acogida estrella tuvo el vitoreado Because The Night, tema springsteeniano que hizo vibrar a un público variopinto.


La rabia y el desencanto con la sociedad se transforma en notas musicales. Patti Smith aprovecha para dar alguno de sus inspiradores discursos entre canción y canción, mostrando su apoyo a la conservación del barrio valenciano de El Cabanyal y relatando su participación en el 14N en Madrid, indignada con el Gobierno y los medios de comunicación. “We can change things”, grita exaltada. Y contagia su revolucionaria pasión a un público en efervescencia que llega a su plenitud coreando a una la eléctrica People Have The Power pocos minutos después.


Temas de su nuevo disco también protagonizaron el setlist de una actuación marcada por la cercanía y el derroche de energía positiva de la diva del rock, materializado en la cruda Banga, para la cual requirió una divertida intervención del público. Triunfantes fueron también Gloria y el apoteósico final con la desgarrada y abrasadora Rock N Roll Nigger.


Un espectáculo que flota en la dicotomía de una protesta sosegada, un colorido mosaico áspero y dulce reflejado en la airada poesía de la revolución feminista, social y política. Patti Smith, fiel veneradora de Brian Jones, es la figura viva del punk que renace con la misma fuerza que hace 40 años, un frenesí existencialista y el inspirador vestigio del espíritu que marcó un antes y un después en la historia del rock. Un espíritu libre que contagia su filosofía al público sumergido en cada uno de sus conciertos, ardiente, tenaz y necesaria.

3.11.12

América, rock and roll y los Trolling Stones






De exposiciones va la cosa. Esta semana, antes de empezar a morir lentamente y sucumbir a la alergia como un gladiador derrotado, he ido a ver Covers, sobre la cultura americana de los 50 y 60. Y yo sigo sin entender que, siendo un tema interesante y gratis, cómo es que la sala de la exposición estaba más vacía que la nevera de un universitario.

Hablando un poco del tema de la exposición, el esplendor material de la sociedad americana de postguerra fue el escaparate con el que se quería vender la perfección de la familia y el auge del consumismo al resto del mundo. En plenos años 50, América se vanagloriaba ante su supremacía con perfectas amas de casa anunciando en la recién adquirida televisión envidiables productos para el hogar. Mientras, el estado de bienestar se rompía para un grupo social que encontraría en esta época la catapulta hacia un protagonismo que se iría reivindicando con el paso de los años hasta convertirse en una de las revoluciones más importantes de la historia. Los jóvenes americanos no encontraban su hueco en la sociedad materialista y su descontento encontraba su expresión en el estilo que encabezaría un nuevo movimiento, el rock and roll. Con oscuras cazadoras de cuero y pantalones ajustados marca-huevera, el espíritu instigador de James Dean y la voz incandescente de Elvis antes de volverse tordo se dio forma al nacimiento cultural más trascendental de todos los tiempos. La América conservadora y convencional se vio de pronto arrasada por el impulso adolescente de los solos de guitarra y las Harleys (avdbghsjdh) ostentosas y fue el escenario donde tuvo lugar el primer paso para el cambio que estaba a punto de producirse en todo el mundo.

Además de motos que sentí la necesidad urgente de robar y salir corriendo con una por el centro a plena luz del día, había revistas como Life o Time colgadas del techo con la resistente sujeción de un hilo, con Liz Taylor, Marilyn Monroe o The Beatles en sus portadas. Una gran pantalla en la que también tienen su momento de gloria los cuatro de Liverpool corona la sala mostrando actuaciones en vivo de varios artistas que avivaron la fiebre del rock and roll en su paso por América. El Jailhouse Rock de un Elvis en su mejor época, el tupé de Little Richard, James Brown y su desparpajo en el escenario, las canciones protesta de un Bob Dylan jovencísimo con su imprescindible armónica o The Rolling Stones con Mick Jagger hecho un pollo paseándose con gracia por el escenario acompañado por Brian Jones a la pandereta son algunas de las imágenes que aparecen y que me hicieron querer sacar una tienda de campaña de esas del Decathlon y quedarme a vivir ahí para siempre. Pero no lo hice.

El espíritu de la era dorada del rock and roll se impregna hasta en las paredes de la exposición, donde enormes murales que quería llevarme para mi habitación captan la atención ya desde la puerta de entrada. Con el título de "Descarados" se da pie a las grandes fotos que aglutinan la revolución musical de los años 50 y 60, con The Rolling Stones y The Beatles en el centro, rodeados de los precursores que hicieron saltar la chispa del rock, como Chuck Berry, Buddy Holly o los ya homenajeados en pantalla James Brown, Elvis o Little Richard. No podían faltar tampoco Jerry Lee Lewis mostrando su ardiente pasión por el piano (je) y el grupo femenino de la época, The Ronettes. También hay lugar para las portadas de algunos de los discos más representativos de la época, desde Ray Charles hasta The Beach Boys, así como tres pantallas conectadas a unos auriculares en las que pasan una y otra vez Elvis y el intérprete de Johnny B. Goode con su característica ES-335 roja.
 
La exposición recrea una época representativa y una cultura que ha logrado permanecer en el tiempo de manera inalterable, con unos mensajes que aún son aplicables hoy en día y que hace envidiar a muchos contemporáneos esa forma inconformista de ver el mundo de las nuevas generaciones de la época, cuando el talento pareció emerger de golpe en una explosión de letras y música únicas, incombustibles y eternas.

Por otra parte, los Trolling Stones siguen haciendo de las suyas y antes de los de Londres han dado dos conciertos sorpresa en París con entradas a un precio que no es ni un cuarto de lo que valen las de sus posteriores (y programados) conciertos. Vamos, que Mick Jagger se levantó un día de resaca en Francia y dijo "ya que estamos". Lo raro ha sido que a Ronnie no se le haya escapado nada. 

29.9.12

El paraguas que le faltó a Andy Warhol







Si en plenos 60 a Andy Warhol se le hubiera ocurrido diseñar un paraguas de celofán de tres metros o un impermeable con escafandra y yo lo hubiera podido tomar prestado de la exposición, probablemente anoche no habría terminado como si acabara de darme un paseo por una terraza del Nautilus.

Con una foto del artista en la entrada y algunas de sus frases más provocativas coronando cada una de las paredes de la Sala Picasso se inauguraba este viernes la exposición Andy Warhol Superstar, cuyo nombre hace honor a las personalidades emergentes de los 60 que se cocinaban en la Silver Factory de Nueva York, donde el dinero, la droga y todo tipo de actuaciones artísticas tenían lugar en la época en la que nació el derecho a los célebres quince minutos de fama.

Este mismo taller de Warhol se recrea en la exposición del Centro Cultural Bancaja, con una pared cercana a la entrada recubierta de pintura plateada y una pantalla que refleja algunos músicos y conocidos que se dejaban caer por su estudio en la llamada Edad de plata, como Nico o Bob Dylan. También se ha colocado una pantalla al lado que muestra un sofá apostado en el centro de la sala para que los asistentes puedan representar una sesión de The Factory pero que fue usado la mayor parte de la noche como lugar de reposo para señoras con moño.

El universo del irreverente y excéntrico artista amante del dinero y el consumismo, del “plástico” de Los Ángeles y espejo de la actitud y cultura de una sociedad que tardó en acogerle se concentra en una escueta exposición de 63 piezas sacadas del Museo Andy Warhol de Pittsburgh, en la que no faltan sus clásicas serigrafías pero donde se echa en falta un poco más de carne.

Entre sopas Campbell y coloreadas copias de Marilyn Monroe emerge una recopilación de obras con gusto americano, vacas fluorescentes, recreaciones sumergidas en color de cuadros como El nacimiento de Venus de Botticelli y El grito de Munch o retratos de la élite digna del artista símbolo del pop art, como Michael Jackson o Muhammad Ali. También anuncios de décadas anteriores y representaciones de objetos banales bañados por el toque Warhol, el cual los convirtió en el icono de una época. Publicidad y arte perfectamente fusionados. Frente a ellos, círculos de seguidores del polémico artista, tanto jóvenes como wannabes maduros con espíritu bohemio y coletas canosas, acompañados de algún que otro fotógrafo que merodeaba por ahí con un flash más grande que los focos del Bernabéu. Y ningún paraguas que poder robar.

Una exposición centrada en la pintura, el campo quizá más importante del polivalente artista que dejó su huella en otros diversos ámbitos artísticos desde el diseño de portadas de cds de algunos de los más grandes grupos de rock de los 60, pasando por fotografías de las personalidades más importantes de la época o incluso en el mundo cinematográfico.

La recreación de The Factory quizá sea uno de los puntos fuertes de la exposición o por lo menos más destacables por su innovación y la oportunidad de la interacción del público en la exposición. Sin embargo con los datos aportados en el pequeño cartel adyacente al sofá aquellos que no estén al corriente de los ambientes en los que se movía Warhol poco podrán deducir sobre lo que era The Factory y el verdadero hervidero de arte y fama que constituyó en el Nueva York de los 60-70.

Por otra parte, esta exposición ha sacado ha relucir el polémico tema que ha ido rondando tanto a Warhol como a todos los artistas que innovaron de forma radical en su tiempo. Mucho se ha criticado al artista neoyorquino por su pasión por el consumismo, su ambición por el dinero y las ansias de poder presumir de él. El hecho de colgar un cuadro con el símbolo del dólar para que todo el mundo pueda apreciar que lo importante esta vez no es su arte, sino su precio, ha sido tema de discusión desde que Andy Warhol asomó la cabeza por primera vez en el mundo artístico.

Sin embargo, no hay que olvidar que el representante del pop art fue capaz de convertir un objeto banal como una sopa corriente o un simple plátano en una obra de arte representativa de una época, al estilo del retrete de Duchamp. Fue el espejo del nuevo modelo de fama que nacía después del auge que experimentó la música en aquellos últimos años y del nuevo concepto de estrella que había nacido.
Las artistas más groovies e influyentes querían bañarse en el lujo y el famoseo de las nuevas estrellas y codearse con aquellos que tuvieran en común su nueva visión del mundo. La figura de estrella de rock o supermodelo se paseaba día y noche por el estudio plateado, meta de todo aquel que quería ser alguien en esa época. Warhol supo captar y espolvorear en sus lienzos todo aquella visión.

Por otra parte, los Rolling ya han hecho público el tráiler de lo que será su próxima película-documental, Crossfire Hurricane, que cuenta sus 50 añacos, Brian Jones incluido. Además, también van a lanzar Charlie is my darling en dvd el 6 de noviembre y un nuevo disco de recopilaciones con dos tristes canciones nuevas. Vamos, de todo menos una gira decente.


13.8.12

Los JJOO en el Swinging London










En un primer momento, viendo la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en Londres, creía estar viendo El Señor de los Anillos. Tanto prado verde por el que se paseaban alegremente señores vestidos de época y ríos de lava fundida que se movían en círculos para formar lo que yo creía que era el Anillo Único, que luego resultó ser uno de los anillos del logo de las Olimpiadas, daba bastante rienda suelta a mi imaginación después de no haberla usado en todo el verano. Dejó de ser tan peliculero cuando hicieron su aparición cientos de coloridos Beatles ataviados como en el álbum de Sgt. Pepper's.

De lo que puedo recordar, esa noche se dieron cita desde tributos a las personalidades más groovies del swinging London hasta de los agitados 90, pasando por las hombreras, los calentadores y los bailes estrambóticos que décadas anteriores protagonizaron el ambiente de las calles de la capital mundial de la cultura.

Ni qué decir de la entrada triunfal de una reina octogenaria con complejo de chica Bond lanzándose hacia el estadio desde un helicóptero que, según el cambio de luz, llevaba dando vueltas sobre Londres desde el mediodía. Poco después, aterrizaba para disfrutar en primera fila de la insolencia del dj que puso a los Sex Pistols en su presencia. No es de extrañar entonces la cara de estreñimiento con la que Su Majestad nos deleitó durante toda la velada mientras se limpiaba las uñas y miraba de reojo mientras desfilaban aquellos países que le tocaban un pie.

Además de cientos de Mary Poppins que cayeron del cielo para atacar a un Voldemort de unos diez metros que se erguía en medio del estadio, Mr. Bean tuvo su momento estelar tocando una tecla en la Orquesta Sinfónica de Londres en la representación del tema de Carros de Fuego.

Durante el espectáculo en el que bailaron varias personas cubiertas de los pies a la cabeza con colores fluorescentes, sonaron de fondo algunas canciones míticas, adornadas con imágenes del grupo en una pantalla, como My Generation, de The Who; Satisfaction, de The Rolling Stones; All Day & All Of The Night, de The Kinks o She Loves You, de The Beatles mientras en el centro de la pista los bailarines formaban el símbolo de la paz. 

La fiesta seguía su camino hacia los 70, con varios clones de Bowie disfrazados de algo similar a Ziggy Stardust mientras unos cuantos astronautas de colores se elevaban en el cielo londinense al ritmo de Starman, seguidos de Queen y la revolución punk de la mano de los Sex Pistols bajo la atenta mirada de la reina. Poco después, la noche se sumergía en los sintetizados 80 con Frankie Goes To Hollywood o la conocida Sweet Dreams y en los 90 con Firestarter y varias imágenes de Trainspotting.

Por otra parte, entre los portadores de la antorcha se pudo ver a un trajeado David Beckham conduciendo sin despeinarse una lancha por el Támesis, la cual debió de calársele a mitad de camino y por eso estuvimos media hora sin saber de su existencia.

Después de un desfile de todos los países que más tarde participaron en los Juegos y seguramente alguno más que se coló para saludar, les tocó el turno de actuar a Arctic Monkeys y al veterano Paul McCartney, que le hicieron esperar tanto para salir que yo creía que ya se había puesto el batín y las zapatillas en el backstage mientras se chutaba café. El legendario bajista del Höfner con forma de violín, después de unos problemas técnicos al principio de Hey Jude, consiguió que todo el estadio, y yo desde mi casa, coreara su característico "Nanana" al unísono.

A pesar de la blasfema ausencia de una triste referencia a The Rolling Stones, la ceremonia de clausura no se quedó muy atrás. También le quitó muchos puntos que esta vez la reina no saltara desde ningún sitio. Se ve que se encerró en su habitación y dijo que no, que si volvían a tocar los Sex Pistols no quería ir. Se quedó de morros toda la noche sirviéndose pacharán mientras veía la ceremonia por la tele y cantaba All By Myself.

Sin duda compensaron la falta de la jumping queen gracias a un emotivo homenaje a John Lennon, con un grupo de niños coreando Imagine bajo unas imágenes del mismo videoclip para después formar una escultura con el rostro del Beatle más descarado en medio de la pista. Ocurrió poco después de que una avalancha de mods se hiciera con el estadio a lomos de su fiel Vespa, que solo les faltaba gritar "Jumanji".

Fue una ceremonia bastante protagonizada por los cuatro de Liverpool, a pesar de que esta vez no hubo interpretación en directo, pero no faltaron como banda sonora cuando se escucharon de fondo algunas perlas como Here Comes The Sun, único recordatorio del segundo Beatle fallecido.

Y, una vez más, los organizadores volvieron a trollearnos colando todo tipo de imágenes, vídeos y canciones de David Bowie a mitad de la noche, pero ni rastro del rey del glam en carne y hueso. Pasé de imaginarme un Duque Blanco saliendo de una tarta gigante con plataformas y un cetro a vérmelo en el sofá de su casa comiendo palomitas, riéndose y pensando en nosotros con condescendencia. También ha habido rumores de que estuvo toda la ceremonia poniéndose hombreras y calentadores para su número y que para cuando terminó de maquillarse eran las tres de la mañana.

Otro que tuvo su momento estelar fue George Michael, que no parece aceptar su edad con dignidad y se dedicó a pasearse por el escenario embutido en cuero y engalanado con gafas de sol.

Por otra parte, Brian May demostró que puede dejar embarazada a más de una con un solo de su guitarra e hizo su espectacular aparición para acompañar la pantalla gigante que mostraba un Freddie Mercury en uno de sus conciertos de antaño. 

Poco después saltaba Muse al escenario, encabezado por Matt Bellamy, que parecía que se acababa de revolcar en pegamento antes de darse una ducha con purpurina. Después de cegar a todo el estadio con su traje de bola de discoteca, el grupo que dio banda sonora a los Juegos Olímpicos dejó paso a una exhibición carnavalesca llena de elementos exóticos y bailes caribeños recién llegados de Brasil, país en el que tendrán lugar los próximos Juegos. 

Es por esto que casi me esperaba que Roger Daltrey entrara al escenario moviendo las caderas como un sabrosón a ritmo de samba antes de empezar a cantar Baba O’Riley, como si los 60 siguieran despiertos.

13.7.12

Medio siglo desde que Brian Jones bautizó el rock











Debería haber actualizado hace ya días, concretamente el 3 de julio, aniversario de la muerte de Brian Jones. Pero coincidiendo con que hoy hace 50 años desde que Los Rolling Stones actuaron por primera vez en el Marquee del swinging London, he decidido hacer un remix, a ver qué pasa.

Rubio, bajito, inseguro, culto y con bruscos cambios de humor, Brian Jones fue el fundador oficial del grupo de rock más importante de todos los tiempos, al cual encontró nombre en un vinilo de Muddy Waters de una manera precipitada en medio de una conversación telefónica. Esa fue la que les proporcionó su primer bolo con lo que sería la primera alineación de los Stones, con Mick Jagger, Keith Richards, Brian Jones, Dick Taylor y Mick Avory (y no Tony Chapman como se cree).

Amante del blues de Elmore James, con un hijo ya a cuestas y los que le quedan y siendo uno de los pioneros de los 60 en tocar la slide guitar, Brian metió al recién formado grupo dentro del blues clásico del Mississippi, época en la cual nada tenían que ver con su reformada imagen, años más tarde, de grupo de rock and roll.

Brian cultivó la música desde pequeño y llegó a ser uno de los mayores multi-instrumentistas de la época al dominar una cantidad de instrumentos mayor que los tics de Rajoy. Esto dotó al grupo en sus primeros años de unos sonidos exóticos y trabajados que le proporcionaban riqueza a sus canciones con melodías extraídas del sitar, el dulcime o la marimba. No firmó ninguna composición, pero el sonido inconfundible de sus aportaciones instrumentales es más que notable en los primeros discos de los Rolling, con Brian aún como líder de la formación.

Fue con Andrew Loog Oldham y su insistencia en la configuración del dúo Jagger-Richards para la composición de canciones propias, tras la salida al mercado de discos en los que tan solo se podían escuchar versiones de temas blues y algún rock and roll, cuando la presencia de Brian en el grupo se vio obligada a apartarse a un lado.

Oficialmente se ha dicho que Brian “era incapaz de componer”, cuando en realidad al líder original de los Stones le fue vetada esa posibilidad por considerarse sus canciones con demasiadas raíces blues en una época en la que la invasión de los grupos rock británicos era demasiado grande como para ser ignorada. La aportación de Brian a los Rolling Stones siempre fue instrumental e intelectual e incluso de manager de su propio grupo antes de que Oldham apareciera para ofrecerles ser el lado opuesto a los Beatles.

Sin poder componer, con una nueva tendencia al rock que dejaba olvidado el blues inicial y la nueva producción a manos de Mick Jagger y Keith Richards del disco psicodélico de los Stones que les dio el nombre oficial de Sus Satánicas Majestades, enfatizado además por el alcohol y las drogas, Brian empezó a desmotivarse a la hora de participar en el grupo, el cual, por otra parte, se negaba a abandonar al ser él mismo quien lo había formado.

La última actuación pública de Brian Jones como un Rolling Stone fue en el Rock And Roll Circus, proyecto ideado por el mismo Brian y en el que participaron grupos como Jethro Tull, The Who, John Lennon con Dirty Mac y los propios Stones, donde juraría que la ceñida camiseta que luce Mick Jagger la he visto en la sección de mujer del Carrefour.

Fue ahí cuando, tras ver actuar al Beatle más hippie, Brian le propuso formar un nuevo grupo junto con Jimi Hendrix, con el cual ambos tenían muy buena relación. Por esta idea se originó otra de las conjeturas acerca de la muerte de Brian, ya que ese súper grupo que pretendía fundar significaba la supuesta separación de tres de las bandas más importantes del momento, Los Rolling Stones, Los Beatles y la Jimi Hendrix Experience. La pérdida de estos grupos no convenía ni a productores ni a managers y Brian recibió varias llamadas que le aconsejaron que se replanteara la idea.

Para entonces, en medio de la grabación de lo que sería Let It Bleed y a las puertas de 1969, Brian ya se había mudado a Cotchford Farm y desentendido por completo de las sesiones de grabación con Los Rolling Stones, cuya música ya no compartía.
Fue en esa casa de Sussex donde Mick, Keith y Charlie, que ya habían empezado a grabar con Mick Taylor, fueron a decirle que oficialmente se encontraba fuera de los Stones.

Habiendo perdido la novia y el grupo a manos de sus ex-compañeros en los Rolling Stones, Brian tenía muchos proyectos aún en mente -que incluían a Eric Clapton y a Jimi Hendrix- la noche del 3 de julio en la que se ahogó en su piscina a manos de Frank  Thorogood, el capataz de los obreros a los que contrató para remodelar la vieja casa y el cual, en su lecho de muerte, confesó lo ocurrido a Keith Richards.

Y hasta aquí la historia del responsable de que hoy se cumpla medio siglo de vida de la banda más importante de la historia del rock. Lo que me hace recordar que ahora mismo se está celebrando una party hard en el centro de Londres con cientos de fans en la puerta entre los que no estoy yo, mientras Jethro Tull está de concierto en Madrid y Bob Dylan afina su guitarra antes de salir al festival de guiris por antonomasia.

21.6.12

Bruce Springsteen y el concierto de nunca acabar





Antes de nada, no sé qué tipo de karma, concentración de fuerzas místicas o dioses hizo que la cola del concierto fuera el único tramo de la calle que gozara de sombra, pero gracias de todo corazón.

En segundo lugar, si el concierto que Bruce Springsteen dio en Madrid este domingo fue el más largo de toda su carrera, la espera que le precedió en los aledaños del Bernabéu no se quedó atrás.

No fui consciente de los espartanos que acamparon la noche anterior o antes para conseguir restregarse al día siguiente contra el Boss o en su defecto, contra la valla del escenario, ni tampoco de si amanecieron asando nubes y contando historias de miedo, porque llegué al día siguiente al mediodía.

Después de inspeccionar los alrededores y descubrir que unas dos o tres colas más se iban formando alrededor del estadio y que las pulseritas fluorescentes para estar cerca del escenario se habían agotado, nos resignamos a asentamos en nuestra posición y pasamos la tarde con una improvisada timba ilegal de Póker.

Fue a eso de las 6 de la tarde cuando todo el berenjenal se convirtió en Mordor, en el momento en el que abrieron las puertas, las cervezas volaban de mano en mano y el wannabe de Axl Rose de dos filas más atrás se inquietaba.

Como si nos persiguiera un cazador y estuviéramos a punto de gritar “Jumanji” bajamos casi rodando hasta la pista, donde nos tuvimos que detener en la valla de la mitad. Poco después, por lo que sea que se les pasara por la cabeza, alguien de la organización decidió abrirla y fue gracias a eso por lo que pude gritar como una descosida con Springsteen a tan solo unos metros de distancia.

Eso sí, haciéndose de rogar, el muy cabrón, a la hora de salir.

Unos 35 minutos después de la hora a la que se tenía previsto que el Boss saliera por una esquina gritando “Hola, Madrid” y en los que empezó a surgir la idea de entrar y sacarle de los pelos, Springsteen, que lleva como una rosa eso de ser sexagenario, hacía su aparición ante un estadio más al completo que una faja de Falete, con la guitarra marcando los primeros acordes de Badlands.

Dándole mucha importancia y desgarrándose la voz con las canciones de su nuevo disco, Springsteen consiguió hacernos empezar a saltar a casi 60.000 personas con su himno de Wrecking Ball o los rápidos ritmos de sabor irlandés de Death To My Hometown. Algunas palabras emotivas en español que leía de una cómica forma poco disimulada, con la cara en paralelo a la chuleta del suelo, arrancaron varios aplausos y fueron la antesala de la bóveda de luces blancas que se creó en las gradas con las pantallas de las Blackberry durante Jack Of All Trades. Momento smartphone. 

Interactuó con el público más cercano al escenario durante todo el concierto, bajando por las rampas y acercándose a las pasarelas de los laterales, lo que provocó varias avalanchas de gente en las que me sentí como la ardilla de Ice Age y en las que, gracias a que me levantaron por encima de la multitud en algún momento y no me comí el suelo, Dios sabe cómo, conseguí hacer alguna foto decente.

Bruce, además de pasearse con andares con mucho flow y contonearse con movimientos sensuales, sacó a un par de niños al escenario a cantar mientras encadenaba una canción con otra cada vez con más energía que la anterior, haciendo dudar de si de verdad es un señor de 62 tacos. En un momento del concierto, con Tenth Avenue Freeze-out, tuvo lugar un pequeño homenaje al que fuera el mítico saxofonista de la E-Street Band, al cual se unió todo el público coreando "Clarence".

No faltaron los clásicos The River, Born In The USA, Because The Night, Born To Run, Dancing In The Dark o Thunder Road, lo que provocó algunos comentarios con dos amigas que ya estaban muriendo en la tercera hora, como “Ha cantado todas las que yo quería” “Normal, ha cantado quinientas. La pregunta es cuál no ha cantado.”

Este fue el tramo del concierto que más debate interior causó. Por una parte, es Bruce Springsteen, no quieres que acabe nunca. Por otra, quieres vivir. Algunos fans, seguramente entrados ya en años que no son capaces de aguantar sin speed tanto como el Boss, sacaban carteles que rezaban algo como “Bruce, soy demasiado viejo para un concierto de 3:40”, a los que Springsteen respondía cantando uno o dos discos más. “¡La última!”, gritaba con la guitarra en alto antes de cantar 47 bises.

Claro que la mayoría de los que estábamos ahí hubiéramos aguantado cinco horas más con el buen ambiente y la energía que se transmitía desde el escenario.

Con una versión de Twist and Shout y la compañía de Southside Johnny culminó el que a la mañana siguiente se conocería como el concierto más largo de la carrera de Bruce Springsteen, llegando a las 3 horas y 48 minutos, y del cual pondría algún vídeo si todo lo que grabé no hiciera parecer que tengo Parkinson o no le enfocara medio vídeo a la calva de un señor de delante.

Minutos más tarde, a la salida tuvo lugar lo que por la tarde pero a la inversa. Miles de personas corriendo por Madrid para hacerse con un taxi después de un concierto más largo que la fiesta de tres días de Ted Mosby.

-Ha terminado tarde el concierto, ¿no? -Trolleó nuestro taxista al vernos desfallecer en el asiento de atrás.
-Yo pensaba que no iba a terminar nunca.

6.6.12

Billy Corgan se come a Lisboa






He tenido unas semanas más movidas que Mick Jagger en una competición de samba.

Después de madrugadas de vagar por las esquinas de la biblioteca en busca de RedBulls recreando a Bear Grylls en El último superviviente, de tardes planteándonos dejar las dos carreras y hacernos artistas conceptuales para gritar en museos de prestigio como teloneros de Yoko Ono y de noches en las que quedábamos para comer m&m's y de paso para estudiar, he acabado mi último examen (hasta que me den las notas y tenga que volver arrastrándome a mi cueva).

Han sido además unas semanas bastante troll. Todo empezó cuando Mick Jagger, ataviado con una peluca, decidió imitar a Steven Tyler en el Saturday Night Live mientras gritaba tirando una caja de pollos del Burger King por los aires. También actuó con Foo Fighters y Arcade Fire pero no voló ningún pollo.
Además, Ronnie Wood la ha vuelto a liar parda al dejar caer que los Trolling Stones adelantarán la gira del año que viene a este mes de octubre. Al parecer, entendió mal el concepto de "déjate libre los meses de final de año por si acaso" y fue pregonándolo a los medios de forma oficial cual jefa de animadoras en las taquillas del pasillo de un instituto. Más tarde, siguieron los conciertos sorpresa de Smashing Pumpkins e Iggy Pop, al que le dio envidia y decidió copiarles la idea. Luego lo canceló. Se rumorea que se le olvidó programar la alarma del despertador.

Y hablando de Smashing Pumpkins, liderados por Billy Corgan que se comió a los antiguos integrantes del grupo fueron los encargados de cerrar la noche en el Rock in Rio de Lisboa, el cual seguí tristemente por Internet mientras soltaba lo que yo consideraba frases ingeniosas sobre el aumento de peso del líder de los Smashing. La Ciudad del Rock volvió a los 90 con algunos de sus temas más conocidos y también se pudo escuchar alguna del que será su próximo disco, Oceania, además de un homenaje al versionar Space Oddity de nuestro querido extraterrestre David Bowie. Más tarde, entrada la noche, cundió el pánico cuando por las gradas corrió el rumor de que Billy 'Gordan' se iba a lanzar al público. No ocurrió. Se fue a merendar. Previamente, se subieron también al escenario Limp Bizkit, The Offspring y Linkin Park, a los que perdí la pista en directo mientras pasaba apuntes de Derecho con más cara de pena que un hijo de Paul McCartney y Hugh Grant.

Por otra parte, Steven Tyler amenaza con flipar al mundo con el nuevo disco de Aerosmith, y Bill Wyman, el rolling stone forever alone visitará España este verano, igual que Johnny Rotten con Public Image Limited, los Beach Boys, Springsteen y Billy Idol, mientras yo espero que algún día el karma me compense todo esto.

27.4.12

Los Beach Boys reviven; Keith Moon y EMI, no









En medio de Nueva York, el Stone más artístico ha decidido cambiar sus guitarras por pinceles y el resultado se ha expuesto en la sala de arte The Broome Street Gallery hasta el 30 de junio. Ronnie Wood se ha estado entreteniendo cual actividad del Imserso plasmando en lienzos e incluso en guitarras a diferentes personalidades, sobre todo a su querido grupo de rock and roll. Keith Richards liándose un porrete, incluido. "Va a llegar lejos", ha declarado Sergio Ramos (perdón).

La exposición la presentó junto a Kenney Jones, batería de The Who después de que falleciera Keith Moon y hecho que los organizadores de los Juegos Olímpicos de Londres no se molestaron en buscar en Wikipedia, ya que contactaron ilusionados con el manager del grupo de Pete Townshend para pedirle que el batería, que lleva 34 años muerto, tocara en la ceremonia de clausura The Symphony of Rock. Parece ser que el iluminado al que se le ocurrió la idea empezó a llorar en una esquina hasta que pensó "Llamaremos a John Lennon." Ahora está en el sofá de su casa comiendo helado mientras ve El diario de Bridget Jones.

Por otra parte, los Beach Boys preparan nuevo disco para verano, y como "nuevo disco" se entienden "nuevos temas", no un recopilatorio, remasterización o (auto) versiones de canciones más usadas que los singles de Adele en la radio. El viaje a los 60 empieza con That's Why God Made The Radio, un tema muy Beach Boys con sus clásicas armonías vocales incluidas. 

Además, a Iggy Pop solo le falta la boina y una baguette en la portada de su nuevo disco de covers francesas, Après, a no ser que prefiera llevarlo con alguno de los modelitos con los que visite España este año. Y otro que viene y al que me sería mucho más fácil ir al concierto en medio de exámenes si esto fuera una película americana de adolescentes es Lenny Kravitz, que pisará Valencia el 29 de mayo.

Y en cuanto a multinacionales y trapicheos varios para dominar al mundo, el camino se va acortando para Universal y Sony ahora que están a punto de hacerse con EMI, el legendario sello británico que acogió a los Beatles, trolleó a Radiohead y le dio la patada a los Sex Pistols. Al final lo comprará todo Hacendado y Manuel Carrasco acabará siendo nuestro líder.

16.4.12

Beatles Reloaded y las dotes de mimo de Johnny Depp


Cruzar Abbey Road parecía más sencillo mirando la calle exenta de coches en la portada del disco de los Beatles, pero lo cierto es que lo único que conseguí el sábado fue que me pitara un Peugeot mientras trataba de emular a Ringo en medio del asfalto. Y como Paul McCartney no salió a ofrecernos un té o a recibirnos aunque fuera en batín y pantuflas decidimos abandonar tras conseguir una foto desencuadrada y con un ángulo extraño.

El viaje, además de para acabar con todas las existencias de discos de blues de los 50 de todo Londres, también me ha servido para descubrir la gran afición de los ingleses a las cruces y a los pichones en el estampado de cualquier tipo de camiseta y a los pósters de Daleks gigantes que seguro que quedarían preciosos en mi salón.

Y volviendo a los Beatles, se ha publicado ya el nuevo vídeo de la canción de Paul 'Carrillos' McCartney, My Valentine, con Natalie Portman y Johnny Depp fundidos en blanco y negro representando la canción mediante el lenguaje de signos. En realidad, no encontrarse últimamente por ahí con el actor que encarna al pirata amanerado pintado cual estrella de rock es más raro que ese día en que anunciaron que Bob Dylan compartiría cartel con David Guetta. De hecho, con esta última colaboración con el ex-Beatle, ya se ha relacionado con dos de los grupos más míticos de la historia, incluyendo a los Stones por la intervención de Keith 'MeGustaEscalarCocoteros' Richards en Piratas del Caribe como capitán Teague. Además de Nine, la canción que le va a dedicar Patti Smith en su próximo disco por su cumpleaños. Se ve que no quedaban tartas en Carrefour.

Y como me está dando la noche hoy con el cuarteto de Liverpool y tengo poco más que contar, parece que se está cociendo Beatles reloaded, y así podría pasarme el rato inventándome nombres hasta llegar a versionar los títulos de las pelis de sobremesa de Antena 3. El caso es que los zagales de John y compañía se están planteando unirse para formar una nueva generación de Beatles. Dhani Harrison, el ser con el que la genética ha hecho un copia y pega de su padre, incluido.

(En realidad, mi idea original era escribir una entrada sobre el Rock n' Roll Circus de los Rolling, al que ando bastante enganchada últimamente o algo sobre Buddy Holly y demás. En fin, próximamente. La cabra siempre tira al monte).

1.3.12

The artist killed Sirius Black



De todo se pudo ver en la gala de los Oscar, empezando ya por la alfombra roja, desde legendarios astros protagonistas de la gran pantalla hasta actores noveles comparados con “niños en una tienda de chucherías”.

Entre los asistentes más frikis exóticos, un perro francés con una pajarita negra al que le dio por ladrar a una cámara de televisión, una monja (vestida de monja y con cara de monja) ex compañera de reparto de Elvis Presley y el polémico Sacha Baron Cohen vestido de dictador, ataviado con unas gafas de sol, una barba de revolucionario cubano y acompañado por dos guerrilleras con minifalda, que le ofreció un poco de rock and roll a la gala esparciendo por ahí cenizas desde una urna con el rostro de Kim Jong-il.  

Mientras en un reportero engominado despertaba el deseo de ahorcar a Sacha Baron Cohen con el cable del micro por haber llenado de mierda su esmoquin, otros actores de sonrisa Profident iban amenizando la tarde con anécdotas como el día en el que alguno de ellos se encontró en una cafetería con Tom Hanks. Todo muy civilizado.

Más tarde, dentro del, según el cartel, aún Kodak Theatre, un enfarlopado Billy Crystal aparecía danzando en el escenario, paseándose entre el público para acomodarse en un asiento o flipando con los de El Circo del Sol.

Entre los premiados, un Robert Richardson que parecía no haber pasado por la peluquería en su vida recogía el Oscar a mejor fotografía, para La invención de Hugo.
También se aberronchó a su estatuilla Octavia Spencer, emocionada, llorosa y también sobrehormonada, que agradeció a la Academia que la sentaran "al lado del tío más bueno de la gala." Aunque no estaba sentada ni con Benedict Cumberbatch ni con Robert Downey Jr.
Otro más fue Christopher Plummer por Beginners, que se descojonó acordó del pollo escocés con el que comparte plano en la película con una sonrisilla socarrona y un “Con Ewan McGregor compartiría este premio encantado si me quedara un ápice de decencia, pero no me queda.” Eché en falta que soltara un "deal with it" y se pusiera unas gafas de sol.

Meryl Streep, con un vestido con complejo de Oscar que Colin Firth no sabía si entregar la estatuilla a la actriz o viceversa y Jean Dujardin, el actor francés que tuvo que sacarse una chuleta del bolsillo y agradeció el premio incluso al perro de The Artist, se llevaron el Oscar a mejor actriz y actor mientras Gary Oldman practicaba el Avada Kedavra por debajo de su asiento.

En cuanto a los presentadores, Cameron Díaz y Jennifer López hicieron una genial interpretación de su papel de Chicas Wooo, Penélope Cruz fue a comprar el pan en el DeLorean antes de la gala y parece que su pelo se quedó en los 60, y Robert Downey Jr., con pajarita y gafas naranja cual motherfucker, se empeñó en grabar su propio documental en directo.

Sí, hoy me he salido del tema habitual. Llamadme rebelde si queréis.

Imagen del post de aquí