Si en plenos 60 a Andy Warhol se le hubiera ocurrido diseñar un paraguas de celofán de tres metros o un impermeable con escafandra y yo lo hubiera podido tomar prestado de la exposición, probablemente anoche no habría terminado como si acabara de darme un paseo por una terraza del Nautilus.
Con una foto del artista en la entrada y
algunas de sus frases más provocativas coronando cada una de las paredes de la
Sala Picasso se inauguraba este viernes la exposición Andy Warhol Superstar, cuyo nombre hace honor a las personalidades
emergentes de los 60 que se cocinaban en la Silver Factory de Nueva York, donde el
dinero, la droga y todo tipo de actuaciones artísticas tenían lugar en la época
en la que nació el derecho a los célebres quince minutos de fama.
Este mismo taller de Warhol
se recrea en la exposición del Centro Cultural Bancaja, con una pared cercana a
la entrada recubierta de pintura plateada y una pantalla que refleja algunos
músicos y conocidos que se dejaban caer por su estudio en la llamada Edad de plata, como Nico o Bob Dylan.
También se ha colocado una pantalla al lado que muestra un sofá apostado en el
centro de la sala para que los asistentes puedan representar una sesión de
The Factory pero que fue usado la mayor parte de la noche como lugar de reposo
para señoras con moño.
El universo del irreverente
y excéntrico artista amante del dinero y el consumismo, del “plástico” de Los
Ángeles y espejo de la actitud y cultura de una sociedad que tardó en acogerle
se concentra en una escueta exposición de 63 piezas sacadas del Museo Andy
Warhol de Pittsburgh, en la que no faltan sus clásicas serigrafías pero donde
se echa en falta un poco más de carne.
Entre sopas Campbell y coloreadas
copias de Marilyn Monroe emerge una recopilación de obras con gusto americano, vacas
fluorescentes, recreaciones sumergidas en color de cuadros como El nacimiento de Venus de Botticelli y El grito de Munch o retratos de la élite
digna del artista símbolo del pop art, como Michael Jackson o Muhammad Ali. También
anuncios de décadas anteriores y representaciones de objetos banales bañados
por el toque Warhol, el cual los convirtió en el icono de una época. Publicidad
y arte perfectamente fusionados. Frente a ellos, círculos de seguidores del
polémico artista, tanto jóvenes como wannabes maduros con espíritu bohemio y
coletas canosas, acompañados de algún que otro fotógrafo que merodeaba por ahí con
un flash más grande que los focos del Bernabéu. Y ningún paraguas que poder robar.
Una exposición centrada en la pintura, el campo quizá más importante del polivalente artista que dejó su huella en otros diversos ámbitos artísticos desde el diseño de portadas de cds de algunos de los más grandes grupos de rock de los 60, pasando por fotografías de las personalidades más importantes de la época o incluso en el mundo cinematográfico.
Una exposición centrada en la pintura, el campo quizá más importante del polivalente artista que dejó su huella en otros diversos ámbitos artísticos desde el diseño de portadas de cds de algunos de los más grandes grupos de rock de los 60, pasando por fotografías de las personalidades más importantes de la época o incluso en el mundo cinematográfico.
La recreación de The Factory
quizá sea uno de los puntos fuertes de la exposición o por lo menos más
destacables por su innovación y la oportunidad de la interacción del público en
la exposición. Sin embargo con los datos aportados en el pequeño cartel
adyacente al sofá aquellos que no estén al corriente de los ambientes en los
que se movía Warhol poco podrán deducir sobre lo que era The Factory y el verdadero
hervidero de arte y fama que constituyó en el Nueva York de los 60-70.
Por otra parte, esta
exposición ha sacado ha relucir el polémico tema que ha ido rondando tanto a
Warhol como a todos los artistas que innovaron de forma radical en su tiempo.
Mucho se ha criticado al artista neoyorquino por su pasión por el consumismo,
su ambición por el dinero y las ansias de poder presumir de él. El hecho de
colgar un cuadro con el símbolo del dólar para que todo el mundo pueda apreciar
que lo importante esta vez no es su arte, sino su precio, ha sido tema de
discusión desde que Andy Warhol asomó la cabeza por primera vez en el mundo
artístico.
Sin embargo, no hay que
olvidar que el representante del pop art fue capaz de convertir un objeto banal
como una sopa corriente o un simple plátano en una obra de arte representativa
de una época, al estilo del retrete de Duchamp. Fue el espejo del nuevo modelo
de fama que nacía después del auge que experimentó la música en aquellos
últimos años y del nuevo concepto de estrella que había nacido.
Las artistas más
groovies e influyentes querían bañarse en el lujo y el famoseo de las nuevas
estrellas y codearse con aquellos que tuvieran en común su nueva visión del
mundo. La figura de estrella de rock o supermodelo se paseaba día y noche por
el estudio plateado, meta de todo aquel que quería ser alguien en esa época.
Warhol supo captar y espolvorear en sus lienzos todo aquella visión.
Por otra parte, los Rolling
ya han hecho público el tráiler de lo que será su próxima película-documental,
Crossfire Hurricane, que cuenta sus 50 añacos, Brian Jones incluido. Además,
también van a lanzar Charlie is my darling en dvd el 6 de noviembre y un nuevo disco
de recopilaciones con dos tristes canciones nuevas. Vamos, de todo menos una
gira decente.
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