29.3.13

Top Five: Los sexagenarios del rock mejor conservados

Nacidos en los 40, rozando la década de los 50, fueron la generación que cambió la forma de ver el mundo y la música. Los que pusieron la banda sonora al levantamiento de la nueva figura adolescente que había surgido y que, para los afamados swinging sixties, ya se había apoderado de todos los ámbitos sociales. Con más auge en una década u otra, estos seis maromos no solo revolucionaron la cultura del rock, sino también las hormonas de varias generaciones. Con ayuda, consultando a varias fuentes ajenas al concepto de adoración a fósiles del rock y con un constante "qué haces con esas fotos de viejos" alrededor, ha salido el primer Top Five absurdo del blog.

Los sexagenarios del rock mejor conservados

Roger Daltrey at Key ArenaTomPettyPA061211

5. Roger Daltrey y Tom Petty: empate en el quinto puesto entre estos dos rubitos que casi desarrollaron técnicas ninja esquivando bragas y diversas prendas íntimas desde el escenario allá por los 60-70. Por mucha barbita de chico malo que se deje el líder de los Heartbreakers o por mucho pecho al aire que enseñe Daltrey en la última gira con The Who, los que lucieran una melena equiparable a Simba en la famosa era dorada no logran pasar del quinto puesto.


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4. Sting: A pesar de los muchos anabolizantes que parezca haberse metido en los últimos años es innegable que quien tuvo, retuvo, y el que fuera cantante de Police ha avanzado posiciones respecto a Petty y Daltrey. Que su sonrisa siga igual que en los estrafalarios 80 le hace ganar puntos aunque el look Bruce Willis que parece empeñarse en lucir últimamente no le favorezca tanto como su característico peinado Piolín.

BOWIEPOT

3. David Bowie: mi amor por el creador de Ziggy Stardust no ha dejado que lo coloque en un puesto más bajo, aunque la competencia a este nivel ya es más dura. Es imposible negar que Bowie ha mejorado al estilo vino embotellado, con el paso de los años. Podría tener su aquél en la época de extraterrestre andrógino cubierto de purpurina, pero a sus 66 tacos ha logrado un aspecto físico envidiable y por el que seguramente Mick Jagger vendería sus morros al diablo. Otra vez.


rogerwaters

2. Roger Waters: el Richard Gere del lado oscuro de la Luna. Aun rozando las 70 castañas y con una melena gris delatadora, la mítica figura de Pink Floyd no podría tener mejor aspecto. Otro que, al igual que Bowie, lo que no tuvo de joven imberbe lo consiguió con la llegada de las canas.


bruce

1. Bruce Springsteen: el Boss es el indiscutible número uno, tanto para fans acérrimos que se dislocan la mandíbula por gritar en sus conciertos hasta para compañeros de clase que murmuran mirando de reojo un “bueno, ese viejo sí que está bastante bien”. Y nuestro querido Bruce lo sabe. O por lo menos el asesor que le da el visto bueno a salir al escenario con unos vaqueros más ceñidos que el bañador de Falete en Splash.

22.3.13

Semana Bowie (II): The Next Day, canción a canción

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La resurrección musical de David Bowie ha tomado la forma de una mezcolanza de viajes al pasado. Desde toques de la época de Ziggy Stardust, pasando por la trilogía berlinesa y Ashes to Ashes, en The Next Day se dan cita tanto el Bowie vanguardista, como el rockero de riffs incendiarios, o el ecléctico, romántico y oscuro. Se ensambla así una vuelta heterogénea de quien fuera una de las más importantes imágenes del glam en los 70. Álbum con subidas y bajadas, pero imprescindible. Y solo ha tardado 10 años.

The Next Day: la canción con toques eléctricos que da nombre a la bienvenida de Bowie en su regreso en el siglo XXI. Ritmo pegadizo que explosiona en el estribillo. Un golpe duro que decide resucitar los 70 para abrir boca al disco. Tocando más el rock que otras del álbum.

Dirty Boys: espesa con un hipnotizante ritmo lento, como un jazz provocador en el que se recrea de la mano del saxofonista Steve Elson. Canción con tintes oscuros y  perturbadores, con riffs eléctricos en el trasfondo como evocando la época de las antiguas estrellas del glam. Difiere en parte del resto del disco.

The Stars Are Out Tonight: segundo single y, en la primera escucha en su momento, más prometedor que el primero. Un rock pop con el que retrata a la estrellas ("todo tipo de estrellas" según Visconti) en su pose acechante y tintada, la brillantez perenne. "Dead one are the living", dice Bowie ganándome. De ritmo fácil y melodía casi atemporal con un sonido brillante in crescendo.

Love Is Lost: guiño vanguardista al disco. Sonido eléctrico y sintetizado con un teclado de base, ecos difuminados en el instrumental donde vuelven otra vez los toques oscuros. Amor en la era de Internet, según Visconti.

Where Are We Now: la balada que nos pilló por sorpresa y que se elevó demasiado en un primer momento por el impacto inicial del regreso de Bowie. Elegante, oscura y mirada nostálgica al Berlín setentero que sirvió de entrante pero que se ha quedado flojo en comparación con la mayor parte de The Next Day. Repetida la jugada del single de Ashes to Ashes.

Valentine's Day: en una rápida primera escucha es donde más fácilmente he reconocido al Bowie de antaño. Lenta pero con ritmo, elegante riff pegadizo; tranquila y dulce en su parte instrumental, hecho que choca con la interpretación de la letra por parte de Visconti, que afirma que se basa en la mente de un asesino, inspirada en las masacres en los colegios de EEUU.

If You Can See Me: rápido ritmo e inquietante desde el principio, melodía retorcida con un ligero regusto a progresivo y una mezcla de funk rock. Bowie canta acompañado a los coros por Gail Ann Dorsey. Tirando a la vanguardia berlinesca.

I'd Rather Be High: riff evocador y colorido que guía a lo largo de toda la canción, con tema bélico al igual que How The Grass Grow.

Boss Of Me: vuelve el lado más oscuro y profundo de Bowie, con un inicio de guitarra descarada pero que no acaba de lanzarse del todo hasta la mitad final de la canción, donde la voz cobra fuerza. "I look to the stars as they flicker and float in your eyes, and under these wings of steel the small town dies"

Dancing Out In The Space: ritmo animado y repetitivo en una canción a la que quizá se le podría haber sacado más jugo por un título que podía recordar a Space Oditty, Starman o algo más de marciano setentero.

How Does The Grass Grow: conjunta en temática a I'd Rather Be High con un inicio sintetizado que recuerda a unos 80 eléctricos. Melodías pegadizas típicas bowiescas y necesarios toques de guitarra en forma de solos.

(You will) Set The World On Fire: desde el primer minuto ofrece el toque de rock en este disco coctelera que es The Next Day. Una de las más explosivas del álbum en la que Bowie derrocha voz y energía, con un momento también para un solo incendiario.

You Feel So Lonely You Could Die: canción ambientada en la Guerra Fría y el espionaje, de título con posible guiño a Elvis y su Heartbreak Hotel. Es una balada que mece hacia el final del disco alzándose de forma leve pero con tono épico en los momentos adecuados, con coros y melodías que llevan atrás en el tiempo. Casi puedo saludar a Ziggy.

Heat: Intensa, pesada, misteriosa con el trasfondo del bajo y los guiños eléctricos medio extraterrestres. Aparece de nuevo el Bowie vanguardista que prometía Visconti.

So She: primeros acordes que huelen a un suave y extraño rock and roll acústico que acaba renaciendo en una melodía dulce, con aire majestuoso y algo juguetón. Guitarras que se alargan con ecos psicodélicos y punteos misteriosos con la calmada voz de Bowie por encima.

Plan: segunda canción del bonus track después de So She. Instrumental de no más de dos minutos, basado en arranques de guitarras poderosos y pequeños ecos de punteos.

I'll Take You There: una de las mejores del disco que extrañamente se ha relegado al bonus track junto con las dos anteriores. Otra de las piezas rockeras setenteras que completa el The Next Day con un estribillo imposible de despegar de la cabeza.

21.3.13

Semana Bowie (I): David Bowie 10 años después o cómo sacar un disco sin despeinarse

 



Apenas unos días atrás, que el polifacético David Bowie nos sorprendiera con un disco totalmente nuevo parecía una utopía imposible. El cantante de mirada alienígena ha estado viviendo oculto tras las cámaras y apartado de los escenarios más tiempo del deseado por sus seguidores, rechazando incluso participar en la clausura de los pasados Juegos Olímpicos de Londres o en el concierto benéfico de The concert for Sandy Relief. Quizá por eso haya decidido compensarnos anunciando un nuevo disco en el día de su propio cumpleaños, con un single y un vídeo incluidos que se presentan como el primer material inédito que publica el creador de Ziggy Stardust en diez años.


The Next Day es el nuevo álbum que saldrá publicado en marzo, la portada del cual ha causado disparidad de opiniones cuando los fans han visto un cuadrado blanco con el nombre del nuevo disco encima de la que fuera la carátula del mítico Heroes. Interpretación de este diseño aparte, su productor ha prometido un Bowie clásico y también vanguardista para este lanzamiento, cuyo setlist y primer videoclip se colgaron a primera hora en su página web oficial el mismo día en el que el Duque Blanco sopló las 66 velas. Y sin titánicas promociones ni entrevistas exclusivas. David Bowie ha conseguido que su noticia bomba pase de puntillas por delante de los medios.


David Bowie se ha estrenado con Where Are We Now, balada lacónica que evoca con nostalgia y un suave piano la temporada que pasó el artista en el Berlín setentero. Una voz calmada y sosegada, triste y rota en ocasiones, da un repaso por los locales y las zonas alemanas que más destacan de sus años de juventud, en los que se cocieronLowHeroes y Lodger en la llamada “Trilogía de Berlín”. Con esta nueva canción, el que fuera uno de los representantes más importantes del glam en los años de las plataformas y los brillos, muestra su lado más elegante y oscuro ensamblado en forma de elegía.


Esta grabación secreta, de la que no se había filtrado ningún tipo de material por Internet, es uno de los primeros regalos que nos deja el Año Nuevo, aunque no es garantía de que vayamos a tener de gira a nuestro alien favorito. Bowie ha dejado caer que sí, que a lo mejor hace un pequeño concierto si le apetece, pero visto el ánimo de iguana letárgica que tenía cuando el Sandy Relief y los Juegos Olímpicos seguramente no haya que hacerse muchas ilusiones. Aun así, The Next Day, ya sea una vuelta al pasado con su poesía marciana o una ventana abierta a lo experimental, pone de manifiesto uno de los hechos más importantes: Bowie ha vuelto.

9.3.13

"Mamá, me voy a Francia en el bus de una banda de rock. Grábame Phineasy Ferb"





O de cómo acabé metida en el backstage sin tener la mínima intención.

Cuántas veces se ha oído aquello de que éste no es un país de rock progresivo. Y si bien es cierto que los conciertos que realizan se resumen en pequeños hervideros de testosterona, ostentan un público envidiable entregado al máximo durante horas de duelos de guitarra interminables.

Aún no me había convertido en un sandwich humano cuando aparecieron Roine Stolt y sus Flower Kings en el escenario, ataviados con la última moda de los años 60. Entre algún ajuste de sonido y temas de media hora, Hesse Fröberg, micro en mano, se encaramó ahí donde pudo e hizo suyo el escenario en cuestión de minutos, adornando su potente chorro de voz con sacudidas de pelo Pantene y contoneos con la Les Paul, llamando la atención de las 4 ó 5 chicas que estábamos allí esa noche. Es una de las ventajas de ir a estos conciertos de rock progresivo, el baño nunca de mujeres nunca estará ocupado. Stolt, más hablador y cercano al auditorio, pareció darse cuenta de la situación y bromeó en cuanto al número de público femenino de la noche. Siempre con su porte majestuoso, controló la situación haciendo gala de su envidiable dominio del punteo eléctrico mientras Jonas Reingold, que más tarde nos estaría hablando de su segunda vida como atleta en el bar del local, demostraba con su animada excentricidad que el rol de bajista desapercibido no va con él.

Desde Numbers hasta In the Eyes of the World, la banda sueca deleitó con piezas reminiscentes de la influencia eléctrica del jazz fusión, con matices con regusto a Pink Floyd o Led Zeppelin; o con brillantes pasajes instrumentales, donde en un momento se lució especialmente Tomas Bodin, exaltado tras el teclado.

En plena efervescencia progresiva estaba la pequeña sala madrileña cuando entró el esperado Neal Morse con todo su equipo, entre ellos Mike Portnoy, el mítico batería que en varias ocasiones se encargó de poner la nota de humor del concierto, dirigiendo con las baquetas en la parte de los coros. Baquetas que, una vez más, no pude coger. Claro que jugaba en desventaja si tenía que ganar en salto de altura a los maromos de la primera fila.

Con espontaneidad y cercanía, Neal Morse contagió a la audiencia de una energía inagotable hasta el apoteósico final, combinando teclado con guitarra en un derroche de jovialidad y entusiasmo, como llevando la salvación de la mano. El nuevo Momentum fue el tema que presentó a este genio del progresivo a poco más de las 9 de la noche, entre bromas y saltos del líder del grupo. Sobresalieron las guitarras de Eric Gillette y Adson Sodré, cada uno a un lado del escenario repartiendo perfiladas melodías y riffs desgarradores.

Author of Confusion, The Temple of the Living God, Another World o 12 fueron varias de las piezas que explosionaron a lo largo de la noche, con la notable ausencia de Weathering Sky, que sí se ha podido escuchar en el resto de su tour europeo. World Without End fue la guinda que culminó la parte de Neal y su banda en solitario, poco antes de que hiciera su entrada Roine Stolt para el primer regalo del bis. Fue entonces, donde ya tomaba forma el espíritu Transatlantic, cuando tuvo su momento una de las composiciones más alabadas, la ascética y cálida balada de Bridge Across Forever. Se vio aquí a un Neal muy delicado al teclado en contraposición con anteriores canciones más movidas, donde aprovechaba para recorrerse el escenario con los brazos en alto como la estrella de un coro gospel de iglesia americana.

Poco a poco, a medida que se iban desgranando temas como All of the Above, A Man Can Feel o Rose Colores Glasses, fueron apareciendo los miembros de The Flower Kings al completo, para culminar con Stranger in your Soul en una fiesta frenética de virtuosismo de melodías delirantes acompañadas por la abrasadora batería de Portnoy y los juegos equilibristas de Reingold sujetando el bajo con la barbilla.

Fue a la salida, esperando a que Neal y compañía se dignaran a pasar por la puerta a saludar, cuando descubrimos la segunda ventaja de ir a este tipo de conciertos y no tener pene. Alguien de la organización nos dejó entrar con un "Pasad, pasad" en inglés. Fue cuando descubrí que eso de haberme tirado el verano pasado viendo series en versión original había servido de algo.

Al bajar por las escaleras con cara de Jim Carrey consternado nos recibió Reingold, el bajista de The Flower Kings que hace un rato había hecho malabarismos en el escenario y que ahora casi tenía que hacerlos para lograr mantenerse en pie. En un rato acabamos sentados en las escaleras bebiendo mientras nos contaba sus batallitas de inicio en el mundillo de la música mientras alguien de la organización y Mike Portnoy se pasaban por ahí de vez en cuando. Para entonces, Jonas Reingold ya había propuesto varias veces que todos los que estábamos allí nos fuéramos en el bus de la banda a continuar la fiesta a Bordeaux, donde tendría lugar el próximo concierto. Claro que para entonces tampoco sabía muy bien dónde estaba.

Hubo un momento en el que la situación se volvió más rocambolesca. Fue cuando llegó el bus y al organizador le entró un ataque de pánico porque nadie sabía dónde se había metido Reingold. Tuvimos que recorrer todo el local, ahora lleno de adolescentes bailando electro, por si el bajista se encontraba dándolo todo en algún lugar de la pista. Apareció cuando ya estábamos todos fuera, donde aprovechó para intentar tomar el control de la situación y, tranquilamente, propuso como solución que nos fuéramos todos a Bordeaux.

"Otro día quedamos a comer paella", comentó antes de subirse finalmente al bus.