22.11.12

La poesía contestataria de Patti Smith

Decir que Patti Smith es una artista fuera de lo habitual no es nada nuevo. Con su elocuente verborrea susurrando brillantes versos desde el escenario, furiosos aullidos reivindicativos criados desde la estirpe del punk neoyorquino y sus palabras de sueños, lucha y esperanzas dirigidas a una audiencia encandilada, la llamada madrina del punk convierte cada uno de sus conciertos en palpitantes recitales de poesía. Una vibrante hora y media de auténtica revelación, una oda a la existencia, a la naturaleza y al ser humano recreada en una amalgama de música, poesía y arte.


La devoción de Patti Smith por la cultura española la ha traído de vuelta a nuestro país para presentar su nuevo disco. Banga es un trabajo cuidado y bello, donde se dan cita desde los aires asiáticos de Fuji-san hasta ciertos tintes femeninos propios de los 60 con This is the Girl, con letras que se elevan más allá de un mero poema impulsadas por la febril llamarada del crudo tema homónimo y la dulce cadencia de las últimas baladas del disco, lleno de simbolismos, colores y metáforas.


Después de atrasar su concierto en Madrid, coincidiendo con el día de la huelga general, para salir a la calle y unirse a una noche de manifestaciones en las que se encuentra como pez en el agua, Patti Smith ha hecho la cuarta parada de su recorrido en Valencia. La sala Noise no contó con el espacio reservado para el que fuera el primer recinto elegido, el polideportivo de El Cabanyal, y no se llenó hasta última hora. De hecho fue el primer concierto al que llegué unas dos horas antes y donde esperando en la puerta solo había cuatro gatos de alguno de sus clubes de fans extranjeros. Hasta pude verla a escasos metros ensayar desde el cristal. O al menos creo que esa mata de pelo borrosa era ella.  Sin embargo, en el momento en el que la poetisa estadounidense puso un pie en el escenario la simbiosis entre público y artista fue casi instantánea. La gente que se encuentra en este tipo de conciertos es de todo tipo: o bien se abalanzaban sobre el escenario como los predicadores de La vida de Brian o se quedan rezagados tranquilamente en la barra a mitad del local, bebiendo una cerveza, como en un café de poesía.


El magnetismo que desprende Patti Smith en sus actuaciones se refleja en su incandescente voz de queja política; la soltura que irradia, guitarra en mano, desde un acogedor escenario o la abstracción en la interpretación de sus propias obras, casi mística, como una profetisa callejera que impregna al auditorio de su mensaje de salvación.


En un ambiente caracterizado por un concierto más acústico y cálido de lo previsto,  la dulce April Fool es la encargada de abrir la noche entre guitarras acuosas y sonrisas de Patti a los cumplidos a voz en grito que le llegan desde la audiencia. Acompañada por su fiel banda, en la que resalta la guitarra de Lenny Kaye, (a quien no pude evitar identificar como a Doc) la cual ha estado a su lado durante 14 años, la cantante sexagenaria deleitó al público con un distendido concierto en el que no faltaron algunas de sus composiciones más clásicas. Acogida estrella tuvo el vitoreado Because The Night, tema springsteeniano que hizo vibrar a un público variopinto.


La rabia y el desencanto con la sociedad se transforma en notas musicales. Patti Smith aprovecha para dar alguno de sus inspiradores discursos entre canción y canción, mostrando su apoyo a la conservación del barrio valenciano de El Cabanyal y relatando su participación en el 14N en Madrid, indignada con el Gobierno y los medios de comunicación. “We can change things”, grita exaltada. Y contagia su revolucionaria pasión a un público en efervescencia que llega a su plenitud coreando a una la eléctrica People Have The Power pocos minutos después.


Temas de su nuevo disco también protagonizaron el setlist de una actuación marcada por la cercanía y el derroche de energía positiva de la diva del rock, materializado en la cruda Banga, para la cual requirió una divertida intervención del público. Triunfantes fueron también Gloria y el apoteósico final con la desgarrada y abrasadora Rock N Roll Nigger.


Un espectáculo que flota en la dicotomía de una protesta sosegada, un colorido mosaico áspero y dulce reflejado en la airada poesía de la revolución feminista, social y política. Patti Smith, fiel veneradora de Brian Jones, es la figura viva del punk que renace con la misma fuerza que hace 40 años, un frenesí existencialista y el inspirador vestigio del espíritu que marcó un antes y un después en la historia del rock. Un espíritu libre que contagia su filosofía al público sumergido en cada uno de sus conciertos, ardiente, tenaz y necesaria.

3.11.12

América, rock and roll y los Trolling Stones






De exposiciones va la cosa. Esta semana, antes de empezar a morir lentamente y sucumbir a la alergia como un gladiador derrotado, he ido a ver Covers, sobre la cultura americana de los 50 y 60. Y yo sigo sin entender que, siendo un tema interesante y gratis, cómo es que la sala de la exposición estaba más vacía que la nevera de un universitario.

Hablando un poco del tema de la exposición, el esplendor material de la sociedad americana de postguerra fue el escaparate con el que se quería vender la perfección de la familia y el auge del consumismo al resto del mundo. En plenos años 50, América se vanagloriaba ante su supremacía con perfectas amas de casa anunciando en la recién adquirida televisión envidiables productos para el hogar. Mientras, el estado de bienestar se rompía para un grupo social que encontraría en esta época la catapulta hacia un protagonismo que se iría reivindicando con el paso de los años hasta convertirse en una de las revoluciones más importantes de la historia. Los jóvenes americanos no encontraban su hueco en la sociedad materialista y su descontento encontraba su expresión en el estilo que encabezaría un nuevo movimiento, el rock and roll. Con oscuras cazadoras de cuero y pantalones ajustados marca-huevera, el espíritu instigador de James Dean y la voz incandescente de Elvis antes de volverse tordo se dio forma al nacimiento cultural más trascendental de todos los tiempos. La América conservadora y convencional se vio de pronto arrasada por el impulso adolescente de los solos de guitarra y las Harleys (avdbghsjdh) ostentosas y fue el escenario donde tuvo lugar el primer paso para el cambio que estaba a punto de producirse en todo el mundo.

Además de motos que sentí la necesidad urgente de robar y salir corriendo con una por el centro a plena luz del día, había revistas como Life o Time colgadas del techo con la resistente sujeción de un hilo, con Liz Taylor, Marilyn Monroe o The Beatles en sus portadas. Una gran pantalla en la que también tienen su momento de gloria los cuatro de Liverpool corona la sala mostrando actuaciones en vivo de varios artistas que avivaron la fiebre del rock and roll en su paso por América. El Jailhouse Rock de un Elvis en su mejor época, el tupé de Little Richard, James Brown y su desparpajo en el escenario, las canciones protesta de un Bob Dylan jovencísimo con su imprescindible armónica o The Rolling Stones con Mick Jagger hecho un pollo paseándose con gracia por el escenario acompañado por Brian Jones a la pandereta son algunas de las imágenes que aparecen y que me hicieron querer sacar una tienda de campaña de esas del Decathlon y quedarme a vivir ahí para siempre. Pero no lo hice.

El espíritu de la era dorada del rock and roll se impregna hasta en las paredes de la exposición, donde enormes murales que quería llevarme para mi habitación captan la atención ya desde la puerta de entrada. Con el título de "Descarados" se da pie a las grandes fotos que aglutinan la revolución musical de los años 50 y 60, con The Rolling Stones y The Beatles en el centro, rodeados de los precursores que hicieron saltar la chispa del rock, como Chuck Berry, Buddy Holly o los ya homenajeados en pantalla James Brown, Elvis o Little Richard. No podían faltar tampoco Jerry Lee Lewis mostrando su ardiente pasión por el piano (je) y el grupo femenino de la época, The Ronettes. También hay lugar para las portadas de algunos de los discos más representativos de la época, desde Ray Charles hasta The Beach Boys, así como tres pantallas conectadas a unos auriculares en las que pasan una y otra vez Elvis y el intérprete de Johnny B. Goode con su característica ES-335 roja.
 
La exposición recrea una época representativa y una cultura que ha logrado permanecer en el tiempo de manera inalterable, con unos mensajes que aún son aplicables hoy en día y que hace envidiar a muchos contemporáneos esa forma inconformista de ver el mundo de las nuevas generaciones de la época, cuando el talento pareció emerger de golpe en una explosión de letras y música únicas, incombustibles y eternas.

Por otra parte, los Trolling Stones siguen haciendo de las suyas y antes de los de Londres han dado dos conciertos sorpresa en París con entradas a un precio que no es ni un cuarto de lo que valen las de sus posteriores (y programados) conciertos. Vamos, que Mick Jagger se levantó un día de resaca en Francia y dijo "ya que estamos". Lo raro ha sido que a Ronnie no se le haya escapado nada.